domingo, 3 de julio de 2016

Viaje a los archivos de Diamela Eltit en Princeton

Los manuscritos y borradores de la escritora chilena adquiridos por la universidad de EEUU contienen versiones distintas de sus novelas publicadas. También hay guiones de cine inéditos que mezclan visualidad, literatura y política.
Viajo en tren a la biblioteca de la Universidad de Princeton, bautizada Firestone en homenaje al magnate de los neumáticos reconvertido en filántropo. A dos horas de Nueva York, el imponente edificio de piedra gris, que más parece una catedral neomedieval, posee los archivos de Francis Scott Fitzgerald, Lewis Carroll, Charles Dickens, Oscar Wilde, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y José Donoso. 
Antes de abrir las cajas viene el ritual de higiene libresca: una siempre impecable bibliotecaria te solicita lavarte las manos en un baño contiguo. Como si fuera una celda de Alcatraz, no puedes entrar con celular, la chaqueta y bolsos se dejan en un clóset y en la sala de consulta facilitan papel y lápiz. La circunstancia lo amerita. En la sección de libros raros y colecciones especiales voy a consultar los archivos de Diamela Eltit, los amarillentos blocks y cuadernos que le sirvieron a la autora de Fuerzas Especiales para concebir sus novelas y sus estrategias de resistencia contra la dictadura. Vigilada por la censura y cercada por las condiciones límite de una sociedad militarizada, Eltit apostó por una escritura filosa y disruptora del orden autoritario imperante.
Dentro de las cajas sorprende una carta mecanografiada en papel roneo donde un militar, un funcionario de la oficina de censura previa del Ministerio del Interior, autoriza con un timbre fechado el 18 de mayo de 1983 “a doña Ana Diamela Eltit González para editar, publicar y distribuir el libro titulado Lumpérica. Resolución exenta número 430. Anótese y comuníquese por orden del Presidente de la República; Enrique Montero Marx, General de Brigada Aérea, Ministro del Interior y Francisco Folch Verdugo, subsecretario del Interior”. El documento demuestra que la censura de esa época no era algo abstracto, sino una oficina concreta donde funcionarios gubernamentales se ocupaban de revisar (léase censurar) todo lo que se publicaba en Chile. En forma insólita, la novela, que ponía en escena una resistencia y se rebelaba ante la dictadura, fue capaz de pasar esa censura, a pesar de que el texto era de manera exacta lo que el régimen intentaba acallar. Para ello, Eltit diseñó un sofisticado procedimiento y simuló un tipo de artefacto que no pareciera peligroso: un guión cinematográfico y el registro del rodaje de un filme. El burócrata censor no fue capaz de entender las operaciones simbólicas de la escritora, tampoco la crítica de la época que silenció la novela y tardó años en procesarla. Eltit cuenta que en el caso de Lumpérica escribió con el censor al lado, en el sentido simbólico del término, pero que su integridad como escritora nunca se permitió escribir para el censor. “Una cosa es escribir con él y, otra, escribir para él”, apunta.
En medio de los apuntes de Lumpérica, que en ese momento se llamaba Por la patria, aparecen anotaciones sobre Purgatorio y Anteparaíso, obras de su ex pareja el poeta Raúl Zurita, y una boleta de 1982 por $ 2.810 de la cafetería Feligonz, de Providencia 1118. Una parte de la novela está escrita detrás de una prueba global de Castellano del Séptimo A, del cual seguramente Eltit era profesora, con sesudas preguntas sobre Hijo de Ladrón, Huidobro y la antipoesía de Parra. Sorprende la aparición de la protagonista de la ficción bajo el nombre de R. Iluminada (L. Iluminada en la versión final) y de alusiones directas a la trama urbana de Santiago durante el toque de queda y las protestas con gases lacrimógenos y carros policiales. 
Ahí emerge el Metro, “trenes nocturnos subterráneos iluminados”, el eje Alameda, la oscuridad de Plaza Brasil en contrapunto a las luces de Providencia y los santiaguinos de vuelta a casa después de la jornada laboral, “enceguecidos por tanta vitrina, se paran cerca del vidrio”. “Premonición: cuando el último trazado del Metro se concrete en un transcurso real Chile habrá revertido a Chile”, apunta Eltit. El lugar donde transcurre la novela es Plaza Italia y sus letreros de neón, alegoría de la llegada del neoliberalismo y de una ciudad ya dividida en dos, segregada económicamente. “El mensaje de los luminosos: la mercancía como valor de uso y valor de cambio”, escribe Eltit. Durante el proceso creativo, la escritora usó como soporte literario un recorrido en Metro por diferentes hitos de la ciudad para desafiar los sistemas de vigilancia y control propios de la dictadura, pero que luego no aparecieron en el texto publicado. “R. Iluminada pierde su nombre en los falsos encendidos luminosos que empiezan a comprometerle el pensamiento... Más allá de la Alameda, hasta San Pablo abajo en que la pingaja excitaba camiones hormigoneros... Una novela tal vez errada...  para esbozar nada más, apenas, una imagen en la literatura devuelta a sus sitios de emergencia. santiago de chile iluminado”. 
Arte, política y guiones     
Entre los objetos más valiosos del archivo de Eltit están guiones de cine inéditos de los años 80, como Toque de queda, sobre un fotógrafo chileno que tras vivir fuera del país por el exilio vuelve para cubrir las protestas contra el régimen y cae víctima de la represión. Otro guión fílmico inédito aborda el devastador fin de un grupo de jóvenes que participaron de la Reforma Universitaria en laUC durante la Unidad Popular. Tras el Golpe de Estado, los estudiantes y militantes de izquierda son tomados prisioneros y asesinados tras la traición y delación de un ex compañero de lucha quebrado por la tortura. En ambos guiones, los límites y bordes entre visualidad y literatura son irresolubles.
Entre sus papeles no sólo hay discursos, premios, manuscritos y borradores de sus libros Por la Patria, El cuarto mundo, Vaca sagrada, El infarto del alma, Los vigilantes y Mano de obra, (que en su primera versión se titulaba Maula), algunos de ellos muy distintos de los textos publicados. Acceder al archivo es como zambullirse en un cápsula del tiempo donde la vida pública de la novelista se confunde y se contamina con su vida privada. 
En las cajas abundan cartas a José Donoso, Carmen Balcells y Severo Sarduy, aún con embargo; cuentas de gastos domésticos de los años 80 ($ 3.000 agua, $ 4.000 luz, $ 4.000 gas, $ 15.000 carne y verdura, $ 7.000 bencina, $ 20.000 colegio, $ 5.000 médico), un diagrama de la casa incestuosa de El cuarto mundo, dibujos infantiles de sus hijos y proyectos de acciones de arte del grupo CADA que no se realizaron. Junto a frases manuscritas de la propia escritora como “No + Represión”, y dibujos automáticos abstractos -siempre se repite el mismo claustrofóbico cubo-, aparecen listas de teléfonos y direcciones de escritores, fotos de la niñez y adolescencia, imágenes de su madre, de su matrimonio y mapas hechos a mano de las calles contiguas a la Universidad de Nueva York, donde Eltit hace talleres de escritura creativa. 
Es un registro no fetichizado y marcado por el día a día de sus comienzos en la ficción en plena dictadura, encerrada en su casa escribiendo, confinamiento que se convertiría en una de las constantes temáticas de novelas futuras como Jamás el fuego nunca. La propia escritora narró durante la apertura del archivo, el 10 de diciembre pasado, que al momento de que retiraron las cajas desde su casa de Santiago sintió una pulsión de muerte y pensó que eran un “féretro” y que ella misma se “iba en esas urnas”.
“Eltit es una figura fundamental para la narrativa contemporánea. Es una figura única que trabajó en dictadura y siguió produciendo en la postdictadura, en la transición política chilena”, dice Javier Guerrero, profesor de Princeton y uno de los artífices de la adquisición del archivo. “Princeton la consideró por su escritura novedosa, que experimenta con formas no transitadas, y con futuro. Sin duda, su archivo crecerá con el tiempo, seguirá ampliándose con las lecturas críticas que se harán de su trabajo. Es una obra que está por descifrar. Estamos recién reubicando Lumpérica, su primera novela, que nos sigue interpelando y nos sigue incomodando. Los archivos de Eltit nunca estarán muertos”. 
Fuente: http://www.latercera.com/noticia/cultura/2016/07/1453-687218-9-viaje-a-los-archivos-de-diamela-eltit---en-princeton.shtml

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