Las empresas y la Administración estadounidense utilizan ocasionalmente a escritores del género como consultores.
Julián Díez - 18/07/2009
Lo que un hombre puede imaginar, otro puede llegar a hacerlo realidad", escribió hace siglo y medio Julio Verne. Sus sucesores actuales, los escritores de ciencia ficción, son en ocasiones empleados por empresas para lanzar ideas que puedan ser después utilizadas, siguiendo la trayectoria de un buen puñado de invenciones y adelantos que fueron concebidos por las mentes de los soñadores antes de convertirse en realidades. En una época en la que la innovación puede ser la clave para marcar diferencias y no hay un camino al éxito claro, tal vez valga la pena escuchar ideas osadas.
Bien es cierto que el objetivo de la literatura de ciencia ficción no es tanto la predicción como la construcción de escenarios para sus relatos, que sean fruto de la especulación a partir de tendencias latentes. En palabras del escritor estadounidense Bruce Sterling, "la ciencia ficción con frecuencia lo que predice es el presente, observando detalles poco conocidos para el gran público y proyectándolos al futuro". Es el caso del propio Verne: aunque se considere que anticipó por ejemplo el submarino, lo cierto es que existían prototipos en la época en que creó al capitán Nemo.
No es menos cierto que por cada adelanto concebido por la ciencia ficción, un centenar jamás llegaron a hacerse reales, y que existen tantas obras literarias y cinematográficas sobre el futuro que algunos aciertos llegan casi por acumulación. Pero el hecho es que Verne soñó algo similar a internet (París en el siglo XX), H. G. Wells describió la ingeniería genética (La isla del doctor Moreau), y Arthur C. Clarke propuso las redes mundiales de comunicaciones vía satélite, entre otros incontables aciertos.
En rigor, el interés por contar con escritores de ciencia ficción como consultores forma parte de la aceptación de los estudios conocidos como foresight -es decir, previsión o prospectiva-, que se imparten en distintas instituciones económicas estadounidenses. Existen ya empresas especializadas en esa clase de asesoría, como Futurist.
En Europa, es sobre todo la Unión Europea, más que las empresas particulares, quien ha invertido en este tema. Por ejemplo, en Sevilla está la sede del Instituto de Prospectiva Tecnológica, si bien no está dedicado tanto a realizar predicciones de productos concretos como a temas sobre todo medioambientales. Además, hay un curso de Prospectiva dentro de la licenciatura en Administración y Dirección de Empresas de la Universidad de Deusto.
¿Por qué los creadores de literatura de ciencia ficción concibieron durante años ideas más acertadas que estos gabinetes de estudios más serios? Para el inglés John Clute, el principal ensayista mundial sobre este género, la razón está en su descaro: "Los politólogos y científicos deben atenerse a predicciones contrastables, y la verdad es que el motor de los grandes cambios en la historia es lo inesperado, hechos como el 11-S", explica. Además, "los escritores suelen tener una formación multidisciplinar que les ayuda a imaginar tendencias sociales o aplicaciones cotidianas inesperadas" de las novedades científicas.
Ventaja ante un panorama incierto
Bruce Sterling colabora regularmente como asesor de Global Business Network, una empresa que según su presentación se ocupa de "ayudar a las organizaciones a evolucionar y adaptarse en un panorama incierto y volátil", asesorando sobre nuevas líneas de negocio o aplicaciones de sus productos. Admite haber participado en distintas reuniones de brainstorming con empresas, tanto a través de GBN como de su casa madre, Monitor Group, una de las principales empresas de futurismo corporativo. "La ventaja que tenemos los escritores es que tenemos menos pudor a la hora de lanzar ideas. Además, los escritores, por naturaleza, nos fijamos más en lo pequeño, en la influencia de las novedades sobre las personas, aspectos que a veces pasan inadvertidos a las proyecciones a escala macro de las grandes empresas".
Sterling afirma que está pensando patentar algunas de las ideas que ha propuesto en sus novelas y relatos, como ya han hecho escritores como David Brin y Pat Cadigan, también regularmente consultados por compañías estadounidenses. Cadigan, una escritora de obra corta pero influyente, manifestó a mediados de los noventa que la mitad de sus ingresos procedían de ese tipo de labores de asesoría, que le producían cifras similares a las ventas de sus libros.
Brin, por su parte, es un conferenciante reputado que ha sido empleado como consultor por empresas como IBM o Google. Además, ha expandido su labor con la oferta de coordinar para empresas lo que denomina ejercicios de creatividad corporativa. "Son reuniones de un par de días en los que retamos a los directivos y a sus equipos a trabajar juntos para analizar un problema importante y llegar a una solución conjunta en sólo 48 horas. La idea es espolear la creatividad conjunta", explica el escritor, que ha organizado esta actividad para EMC o Symantec.
También es más significativa hoy en día la labor que Robert J. Sawyer realiza en el campo de la previsión que en el de la propia literatura. Este canadiense ha colaborado ocasionalmente con Kodak, Google o Motorola, y ha formado parte del think-tank creado por el gobierno de su país para estudiar la legislación necesaria ante los retos de la manipulación genética. Sawyer diferencia de forma clara sus labores: "La ciencia ficción previene acerca del futuro, avisa sobre posibles consecuencias, mientras que la prospectiva sólo busca predecir".
Como prueba de la creciente demanda al respecto, algunos escritores de éxito reconocen que se están preparando para trabajar más en el campo del foresight. Es el caso de Karl Schroeder, otro canadiense, que a sus 46 años ha publicado en su muy visitado blog que este año se dispone a completar un máster en Foresight Studies por la Universidad de Ontario.
Lo curioso del caso es que Schroeder ha trabajado durante siete años para el ejército y el gobierno canadiense en temas de prospectiva. De hecho, una de sus novelas, Crisis en Zefra, es una "novelización" de un estudio sobre una eventual guerra futura en el que tomó parte.
Los gobiernos fueron los primeros "contratistas" de los escritores de ciencia ficción como asesores. Un caso bien conocido es el de H. G. Wells, que se entrevistó en su época con mandatarios como Churchill o Stalin poco antes de la II Guerra Mundial, y que posteriormente colaboró en la elaboración de la película La vida futura, que se presentó como un retrato absolutamente fidedigno del futuro de la humanidad.
El grupo Sigma
En los últimos tiempos, un grupo de escritores conocido como Sigma ha asistido regularmente a las conferencias nacionales de tecnología de seguridad organizadas por el gobierno estadounidense. Algunos de los miembros de Sigma de corte más conservador, como Larry Niven o Jerry Pournelle, estuvieron también implicados en el desarrollo del proyecto Guerra de las Galaxias, en la administración Reagan. Otro de ellos, Greg Bear, afirma en su página web que ha sido consultor para organismos como la CIA, así como para empresas como Microsoft.
Además de los errores específicos relacionados con determinados inventos, el denominador común de todos los grandes patinazos de la ciencia ficción es el exceso de optimismo: sólo Isaac Asimov en un cuento de los años cuarenta, por ejemplo, imaginó que la carrera espacial podría ralentizarse por desinterés del público. Robert Sawyer apunta que nuestro presente es una inmejorable prueba de las limitaciones del género: "Siempre dimos por hecho que el siglo XXI sería dominado por la razón, y vemos cómo es el retorno de la irracionalidad el que está marcando hoy por hoy el ritmo de los acontecimientos".
Lo que un hombre puede imaginar, otro puede llegar a hacerlo realidad", escribió hace siglo y medio Julio Verne. Sus sucesores actuales, los escritores de ciencia ficción, son en ocasiones empleados por empresas para lanzar ideas que puedan ser después utilizadas, siguiendo la trayectoria de un buen puñado de invenciones y adelantos que fueron concebidos por las mentes de los soñadores antes de convertirse en realidades. En una época en la que la innovación puede ser la clave para marcar diferencias y no hay un camino al éxito claro, tal vez valga la pena escuchar ideas osadas.
Bien es cierto que el objetivo de la literatura de ciencia ficción no es tanto la predicción como la construcción de escenarios para sus relatos, que sean fruto de la especulación a partir de tendencias latentes. En palabras del escritor estadounidense Bruce Sterling, "la ciencia ficción con frecuencia lo que predice es el presente, observando detalles poco conocidos para el gran público y proyectándolos al futuro". Es el caso del propio Verne: aunque se considere que anticipó por ejemplo el submarino, lo cierto es que existían prototipos en la época en que creó al capitán Nemo.
No es menos cierto que por cada adelanto concebido por la ciencia ficción, un centenar jamás llegaron a hacerse reales, y que existen tantas obras literarias y cinematográficas sobre el futuro que algunos aciertos llegan casi por acumulación. Pero el hecho es que Verne soñó algo similar a internet (París en el siglo XX), H. G. Wells describió la ingeniería genética (La isla del doctor Moreau), y Arthur C. Clarke propuso las redes mundiales de comunicaciones vía satélite, entre otros incontables aciertos.
En rigor, el interés por contar con escritores de ciencia ficción como consultores forma parte de la aceptación de los estudios conocidos como foresight -es decir, previsión o prospectiva-, que se imparten en distintas instituciones económicas estadounidenses. Existen ya empresas especializadas en esa clase de asesoría, como Futurist.
En Europa, es sobre todo la Unión Europea, más que las empresas particulares, quien ha invertido en este tema. Por ejemplo, en Sevilla está la sede del Instituto de Prospectiva Tecnológica, si bien no está dedicado tanto a realizar predicciones de productos concretos como a temas sobre todo medioambientales. Además, hay un curso de Prospectiva dentro de la licenciatura en Administración y Dirección de Empresas de la Universidad de Deusto.
¿Por qué los creadores de literatura de ciencia ficción concibieron durante años ideas más acertadas que estos gabinetes de estudios más serios? Para el inglés John Clute, el principal ensayista mundial sobre este género, la razón está en su descaro: "Los politólogos y científicos deben atenerse a predicciones contrastables, y la verdad es que el motor de los grandes cambios en la historia es lo inesperado, hechos como el 11-S", explica. Además, "los escritores suelen tener una formación multidisciplinar que les ayuda a imaginar tendencias sociales o aplicaciones cotidianas inesperadas" de las novedades científicas.
Ventaja ante un panorama incierto
Bruce Sterling colabora regularmente como asesor de Global Business Network, una empresa que según su presentación se ocupa de "ayudar a las organizaciones a evolucionar y adaptarse en un panorama incierto y volátil", asesorando sobre nuevas líneas de negocio o aplicaciones de sus productos. Admite haber participado en distintas reuniones de brainstorming con empresas, tanto a través de GBN como de su casa madre, Monitor Group, una de las principales empresas de futurismo corporativo. "La ventaja que tenemos los escritores es que tenemos menos pudor a la hora de lanzar ideas. Además, los escritores, por naturaleza, nos fijamos más en lo pequeño, en la influencia de las novedades sobre las personas, aspectos que a veces pasan inadvertidos a las proyecciones a escala macro de las grandes empresas".
Sterling afirma que está pensando patentar algunas de las ideas que ha propuesto en sus novelas y relatos, como ya han hecho escritores como David Brin y Pat Cadigan, también regularmente consultados por compañías estadounidenses. Cadigan, una escritora de obra corta pero influyente, manifestó a mediados de los noventa que la mitad de sus ingresos procedían de ese tipo de labores de asesoría, que le producían cifras similares a las ventas de sus libros.
Brin, por su parte, es un conferenciante reputado que ha sido empleado como consultor por empresas como IBM o Google. Además, ha expandido su labor con la oferta de coordinar para empresas lo que denomina ejercicios de creatividad corporativa. "Son reuniones de un par de días en los que retamos a los directivos y a sus equipos a trabajar juntos para analizar un problema importante y llegar a una solución conjunta en sólo 48 horas. La idea es espolear la creatividad conjunta", explica el escritor, que ha organizado esta actividad para EMC o Symantec.
También es más significativa hoy en día la labor que Robert J. Sawyer realiza en el campo de la previsión que en el de la propia literatura. Este canadiense ha colaborado ocasionalmente con Kodak, Google o Motorola, y ha formado parte del think-tank creado por el gobierno de su país para estudiar la legislación necesaria ante los retos de la manipulación genética. Sawyer diferencia de forma clara sus labores: "La ciencia ficción previene acerca del futuro, avisa sobre posibles consecuencias, mientras que la prospectiva sólo busca predecir".
Como prueba de la creciente demanda al respecto, algunos escritores de éxito reconocen que se están preparando para trabajar más en el campo del foresight. Es el caso de Karl Schroeder, otro canadiense, que a sus 46 años ha publicado en su muy visitado blog que este año se dispone a completar un máster en Foresight Studies por la Universidad de Ontario.
Lo curioso del caso es que Schroeder ha trabajado durante siete años para el ejército y el gobierno canadiense en temas de prospectiva. De hecho, una de sus novelas, Crisis en Zefra, es una "novelización" de un estudio sobre una eventual guerra futura en el que tomó parte.
Los gobiernos fueron los primeros "contratistas" de los escritores de ciencia ficción como asesores. Un caso bien conocido es el de H. G. Wells, que se entrevistó en su época con mandatarios como Churchill o Stalin poco antes de la II Guerra Mundial, y que posteriormente colaboró en la elaboración de la película La vida futura, que se presentó como un retrato absolutamente fidedigno del futuro de la humanidad.
El grupo Sigma
En los últimos tiempos, un grupo de escritores conocido como Sigma ha asistido regularmente a las conferencias nacionales de tecnología de seguridad organizadas por el gobierno estadounidense. Algunos de los miembros de Sigma de corte más conservador, como Larry Niven o Jerry Pournelle, estuvieron también implicados en el desarrollo del proyecto Guerra de las Galaxias, en la administración Reagan. Otro de ellos, Greg Bear, afirma en su página web que ha sido consultor para organismos como la CIA, así como para empresas como Microsoft.
Además de los errores específicos relacionados con determinados inventos, el denominador común de todos los grandes patinazos de la ciencia ficción es el exceso de optimismo: sólo Isaac Asimov en un cuento de los años cuarenta, por ejemplo, imaginó que la carrera espacial podría ralentizarse por desinterés del público. Robert Sawyer apunta que nuestro presente es una inmejorable prueba de las limitaciones del género: "Siempre dimos por hecho que el siglo XXI sería dominado por la razón, y vemos cómo es el retorno de la irracionalidad el que está marcando hoy por hoy el ritmo de los acontecimientos".
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